Todo el sur profundo es zona de vida de bosque espinoso y bosque seco sub-tropical. En medio de una temperatura de mas de 35 grados celsius, una primera parada en el Monumento Natural Las Marias, no pudo ser mas refrescante. Aprovechamos para chapotear un rato en las cristalinas y frías aguas de Las Marias.
Mi ojo de investigador se centro en observar como manejaban la basura en aquel hospitalario oasis. Un tanque plástico correctamente colocado para tirar cualquier tipo de basura. Cero separación. Varios botellones de agua desechados y clavados de arboles como la Palma Real y el Nim. Que falta de conciencia ecológica!. Lo creen gracioso, esto ultimo, propietarios como visitantes. Ejemplo vivo de unas de las cosas que hemos venido haciendo desde que nacimos. Cosas que no se deben hacer, pero que creemos son normales. Cuanta educación se necesita llevar a la gente!
Seguimos la ruta Neyba, La Descubierta, Jimaní, Duvergé.
Otra parada para subir a las Caritas del Lago Enriquillo, en cuyo trayecto se gasto mucha energía. Subimos, escuchamos al Maestro Geógrafo Miguel de Los Santos, quien explico con lujo de detalles, la geografía e historia de aquel mágico lugar.
Disfrutamos de la presencia de las iguanas Rinoceronte (Cyclura cornuta), las cuales se mostraron muy amigables y sonrientes!
Hora de almorzar en las Barias, otro oasis de agua dulce y bastante fría. Muy suculenta la comida y hasta aproveche para tirarle una foto a las sobras, pues me acorde del dato de las Naciones Unidas, de que se desperdician unas 1,300 toneladas de comida por año en todo el mundo, la mayoría de la cual no se aprovecha. Esta comida puede ser compostada y lombricompostada como a propuesto La Comunidad Ecológica y Productiva Conscienteverde, a través de su Programa para el Saneamiento Ambiental y la Producción Limpia (PROSALIM).
Bien calientes por efecto del radiante sol y muy cansados, nos dimos otro chapuzón en un balneario de aguas azufradas llamado la Zurza. Que delicia!, algunos se tiraron con todo y ropa, otros con trajes de baños y los menos nos quitamos los zapatos, nos arremangamos los pantalones y metimos los pies. El frescor del agua corría desde la punta de los dedos hasta la punta de los cabellos.
No queríamos salir de ese maravilloso manantial natural, pero el tiempo nos obligaba a partir, unos a San Juan y los demás a Santo Domingo, a donde llegamos bastante agotados como a las 9:00 de la noche.
